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		El pueblo Saharaui está constituido por numerosos grupos tribales 
		descendientes de los primeros emigrantes conquistadores islámicos. Como 
		en la mayor parte del Magreb, la religión es el Islam sunita. 
		
		El pueblo sahrāwī ("sahariano", de la palabra árabe  sahrā’, 
		o sea "Sahara"), algunas veces también transcrito  sahrawi o 
		saharawi, está constituido por los grupos tribales tradicionalmente 
		residentes en las zonas del Sahara Occidental gravitantes entre  
		 Sāqiyat al-hamra y  Wadi al-dhahab (Río de Oro) que, ya en el curso de 
		la dominación de España, habían comenzado en los años treinta a reclamar 
		su independencia. Pero sobre esta área, rica en fosfatos, también 
		avanzaba sus pretensiones Marruecos y es por ello que las poblaciones de 
		la región han conocido grandes dificultades para realizar sus ambiciones 
		y verse reconocidos a nivel internacional e incluso inter-árabe. Parece 
		ser que las tribus desciendan de dos grupos establecidos en el área 
		desde la época de las primeras conquistas islámicas, a finales del siglo 
		VII D.c. Estas tribus reivindican una ascendencia árabe, y para 
		demostrarla hacen referencia a su dialecto, definido  Hassāniyya, un 
		idioma hablado también en la confinante Mauritania y en Argelia, 
		caracterizado por un enunciado estructuralmente árabe aunque con varios 
		berberiscos y trazos de idiomas negro-africanos, como el wolof. 
		
		El Sahara Occidental es un territorio de casi 266.000 Km. cuadrados que 
		se asoma al Atlántico y que confina con Marruecos, Argelia y Mauritania. 
		En el punto de encuentro de los confines de estos tres Estados, en 
		territorio argelino, están situados los Campos Prófugos Saharauis, 
		principal lugar de actividad del país así como territorio de 
		intervención del presente proyecto. La región es en gran parte 
		desértica, las precipitaciones son escasas y en las pocas áreas 
		cultivables se encuentra sobre todo una agricultura de subsistencia. 
		
		La población Saharaui se ha refugiado en esta zona después de la 
		ocupación por parte de Marruecos y de Mauritania de su territorio, el 
		Sahara Occidental. 
		
		El Sahara Occidental es una región del Norte de África. Ha sido una 
		colonia española (con el nombre de Sahara Español) hasta 1976, cuando 
		España se retiró y Marruecos se anexionó primero los dos tercios 
		septentrionales y el resto del territorio en 1979, tras la retirada de 
		Mauritania pactada con el Frente Polisario. Las Naciones Unidas han 
		emitido numerosas resoluciones de condena a la anexión reafirmando el 
		derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación. 
		
		El Frente Polisario, ya activo desde 1973 en la lucha contra la 
		colonización española, se opuso a las anexiones y el 27 febrero de 1976 
		proclamó la República Árabe Saharaui Democrática en Bir Lehlu. 
		Ejerce el poder soberano en las cuatro zonas autónomas de los campos de 
		refugiados Saharauis al sur de Tindouf, en Argelia, y en casi un cuarto 
		del territorio del Sahara Occidental, llamada zona liberada, en los 
		confines con Argelia y Mauritania. Reclamándose al derecho de 
		Autodeterminación de los pueblos, desde 1990 está a la espera del 
		referéndum programado para la eventual toma de posesión del Sahara 
		Occidental. La eventual transición está confiada por las Naciones Unidas 
		a la misión MINURSO. 
		
		La guerrilla contra Marruecos terminó con un alto el fuego en 1991, con 
		la promesa de celebrar el referéndum decidido por la ONU en enero de 
		1992; referéndum sobre el status definitivo del Sahara Occidental que 
		todavía no se ha realizado. En el 2004, la duración de la misión ONU en 
		el país fue prorrogada para permitir el examen de una nueva propuesta de 
		paz, que prevé un referéndum dentro de 5 años, durante los cuales el 
		área estará sujeta a una “Autoridad del Sahara Occidental” guiada por un 
		ejecutivo elegido por la población saharaui. 
		
		Los principales recursos económicos son el pastoreo practicable en el 
		marco de los campos y del nomadismo, y un modestísimo mercado de bienes 
		y servicios basado en el dinero que llega del exterior y de las 
		pensiones de guerra españolas. Por el resto, la economía está 
		exclusivamente ligada a la Cooperación Internacional y a las Ayudas 
		Humanitarias y para el  Desarrollo. 
		
		En 1982, la RASD es admitida en la Organización para la Unidad Africana 
		y comienza a tejer una serie de relaciones internacionales que llevarán 
		al reconocimiento de este Estado en el exilio por parte de casi 80 
		países, con la consiguiente apertura de diversas oficinas de 
		representación en Europa y en el mundo. Mientras tanto, la guerra con 
		Marruecos ha obligado a casi dos tercios de la población a refugiarse en 
		la región argelina de Tindouf en una serie de campos de prófugos. Con el 
		fin de separar a los refugiados de su tierra de proveniencia, Marruecos 
		ha construido un muro de 2.700 kilómetros constelado de millones de 
		minas.     
		
		En 1988, a propuesta de las Naciones Unidas, las partes en causa 
		delinean un plan para la resolución pacífica del conflicto. En 1991, con 
		la consecución de un alto el fuego, la ONU envía en misión al Sahara 
		Occidental una delegación (MINURSO) con la tarea de vigilar la tregua y 
		organizar el previsto referéndum. Este referéndum ha sido siempre 
		fuertemente obstaculizado por las autoridades marroquíes y a día de hoy 
		todavía no se ha celebrado. 
		
		  
		
		
		Los Territorios Ocupados: represión, desaparecidos y resistencia. 
		
		Con la invasión de 1976 y el ingreso de las tropas en el territorio, el 
		monarca marroquí puso en marcha el proceso de desnaturalización de la 
		identidad saharaui; proceso marcado por innumerables violencias y 
		sistemáticas violaciones de los derechos humanos. En los territorios 
		ocupados este proceso sigue dos caminos paralelos. Por un lado, se ha 
		puesto en pie un régimen de represión con el objetivo de eliminar todo 
		elemento identitario saharaui: está prohibido hablar hassanija, 
		 vestir los trajes tradicionales saharauis, ondear la bandera de la RASD 
		y está prohibida toda forma de expresión de sentimientos nacionalistas. 
		Cualquier sospechoso de simpatizar con el Polisario es detenido y 
		torturado, ampliando así la larga lista de los desaparecidos 
		saharauis. La información es controlada y filtrada, y la escasa 
		presencia de periodistas extranjeros es mantenida bajo un control 
		constante. Los Saharauis no pueden formar ningún tipo de asociación, ni 
		siquiera con objetivos sociales. Para impedir a los saharauis residentes 
		en los territorios ocupados el reunirse con los exiliados de Tindouf o, 
		simplemente, salir del país, la policía militar ha retirado, desde el 
		principio de la ocupación, todos los pasaportes. Mientras se intentaba 
		eliminar todo rasgo identitario saharaui, el monarca paralelamente ponía 
		en marcha una política de repoblación de la colonia tendente a 
		reconfigurar la población del Sahara Occidental: la de una población 
		fiel al propio rey. Los colonos marroquíes fueron reclutados gracias a 
		un incentivo económico y a la perspectiva de la recuperación de las 
		tierras. 
		
		Paralelamente a la instauración de este régimen represivo, fue activada 
		una política de integración de los Saharauis en la población marroquí. 
		Esta política ha sido puesta en práctica mediante varios instrumentos: 
		los matrimonios mixtos, la educación como medio para hacer perder a los 
		jóvenes saharauis las propias referencias culturales e identitarias 
		(enseñanza del dialecto marroquí, programas escolásticos, 
		particularmente los de historia y literatura, basados unilateralmente en 
		la identidad marroquí) y la corrupción moral (alcohol, droga y 
		prostitución).  
		
		En los territorios ocupados, la policía militar ha dado vida a un 
		auténtico régimen de terror: los continuos allanamientos sin mandato y 
		la detención sin acusación constituyen la norma. Los detenidos son 
		encerrados en centros secretos y sufren regularmente maltratos y 
		diversas formas de tortura, que Amnistía Internacional ha denunciado ya 
		desde el principio. Los acusados son raramente procesados, de manera que 
		las denuncias de maltrato y torturas no lleguen a ser conocidas 
		públicamente. La desaparición de civiles y las detenciones arbitrarias 
		siguen frecuentemente venganzas transversales: no pudiendo golpear al 
		adversario golpean a toda su familia. Desaparecen niños, mujeres, 
		ancianos, enteras familias. Muchos mueren en las cárceles, otros muchos 
		han enloquecido, todos son torturados. 
		“[...]
		
		
		Comencé a tener pesadillas y a ver fantasmas. Después perdí la memoria y 
		comencé a delirar y los guardias me golpeaban, porque no tenia permiso 
		para hablar”. Muy difundida es la desaparición de los detenidos y 
		durante muchos años los centros de detención han permanecido secretos, 
		incluso para las familias de los detenidos. “Es una técnica practicada 
		por el régimen para desestabilizar a las familias y a los amigos, para 
		debilitar su resistencia, para aterrorizar a la población y para 
		generalizar el sentimiento de inseguridad”. A pesar de ello, muchas 
		familias saharauis encuentran el coraje de organizarse en la 
		Afapredesa, la Asociación de familiares de los presos y 
		desaparecidos saharauis. 
		
		Los desaparecidos saharauis, civiles y militares, que hasta los 
		años 80 eran casi 800, no fueron reconocidos durante mucho tiempo por el 
		régimen marroquí. En un primer momento, Marruecos ni siquiera reconoció 
		la existencia del Polisario. No reconociendo la existencia de estos 
		presos políticos y de guerra, el monarca pudo ignorar la protección que 
		la Convención de Ginebra les concede y negar el acceso a la Cruz Roja 
		Internacional. En 1990, también gracias a un libro-denuncia de un 
		periodista francés, el “jardín secreto” del rey fue parcialmente 
		descubierto, y el monarca se vio obligado a dar a conocer, al Comité de 
		las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, los nombres y 
		localizaciones de algunos centros de detencion. El año siguiente fueron 
		liberados 300 presos, que formaban parte de la larga lista de 
		desaparecidos, y comenzaron los procesos. A día de hoy, no obstante 
		la liberación de todos los presos marroquíes por parte del Frente 
		Polisario, los desaparecidos saharauis son 526 civiles y 151 
		militares. Marruecos, gracias sobre todo al arma de la corrupción y la promesa de 
		privilegios y, a veces, de parcelas de poder, ha conseguido que algunos 
		miembros del Polisario cambiaran de bando. Estos 
		
		desertores saharauis han sido usados por la propaganda marroquí. A pesar 
		del descubrimiento de los “jardines secretos” de Hassan II y de algunas 
		fosas comunes, la monarquía marroquí le ha dado la vuelta a los motivos 
		de las denuncias del Polisario. De hecho, según su propaganda, los 
		prófugos no habrían escapado a causa de los bombardeos marroquíes, sino 
		que habrían sido secuestrados por el Polisario en los campos de Tindouf, 
		donde serían torturados y hechos desaparecer. 
		
		“[…] ninguna causa puede justificar lo que está haciendo el Polisario 
		cuando secuestra a la gente contra su voluntad en un desierto aislado 
		donde no tienen la más  mínima relación con el exterior, sembrando el 
		terror contra los que quieren escapar de sus siniestros campos de 
		concentración apenas camuflados, y recurriendo a la violencia armada 
		contra mujeres y ancianos […] En esos campos no existe el derecho de 
		circular, de viajar, de visita, es el reino de la arbitrariedad, de los 
		“comisarios políticos” y de los distintos sistemas de vigilancia 
		política. Las familias son separadas la una de la otra y se les impide 
		juntarse con sus parientes. Todo esto sucede en ausencia total de 
		transparencia, de información sobre lo que sucede realmente […] A menudo 
		los jefes de los campos organizan un recuento por la mañana y por la 
		noche para controlar si están todos presentes, porque la gente escapa 
		para reencontrar la propia libertad. Desgraciadamente las mujeres y los 
		niños, y también los ancianos, frecuentemente no lo consiguen. El 
		aislamiento geográfico agrava esta situación de desolación total. Los 
		maridos, los hermanos, permanecen a su pesar, porque no pueden partir 
		sin sus hijos, sin sus parientes”. 
		
		Desde 1999 se ha difundido una protesta generalizada, que se expresa 
		mediante manifestaciones públicas y no violentas que los mismos 
		Saharauis llaman Intifada. Los motivos de la protesta son tanto la falta 
		de libertad como la reivindicación de independencia. Desde el 21 de mayo 
		del 2005, la Intifada ha retomado fuerza y está en curso una resistencia 
		popular no violenta, para protestar contra la sistemática violación de 
		los derechos humanos. La reacción de las autoridades marroquíes se ha 
		traducido en una violenta represión, particularmente contra los 
		activistas de derechos humanos. Amnistía Internacional ha intervenido 
		exigiendo insistentemente a las autoridades marroquíes el garantizar a 
		todos un proceso equo, el respeto de los derechos humanos y el 
		procesamiento de las personas responsables de tales violaciones. Las 
		asociaciones marroquíes que trabajan en defensa de los derechos humanos 
		se han unido al llamamiento por la liberación de los presos políticos 
		saharauis. 
		
		Concluimos con una amarga constatación: la MINURSO, la misión de la ONU 
		presente en el territorio, no ha denunciado nunca ni ha intervenido 
		jamás frente a la sistemática violación de los derechos humanos. A pesar 
		de que el pasaje de los poderes administrativos a la MINURSO nunca se ha 
		producido, por causas ya vistas, resulta un hecho grave que la ONU haya 
		sido una espectadora pasiva en el Sahara Occidental.   
		
		Il popolo 
		Saharawi è costituito da numerosi gruppi tribali discendenti dai primi 
		migranti conquistatori islamici. Come nella maggior parte del Maghreb la 
		religione è l’Islam sunnita. 
		
		Il popolo sahrāwī ("sahariano", dalla parola araba sahrā’, 
		ossia "Sahara"), talvolta trascritto anche sahrawi o saharawi, 
		è costituito dai gruppi tribali tradizionalmente residenti nelle zone 
		del Sahara Occidentale gravitanti sul Sāqiyat al-hamra e sul Wadi 
		al-dhahab (Río de Oro) che, già nel corso della dominazione della 
		Spagna, avevano cominciato negli anni trenta a reclamare la loro 
		indipendenza. Sull'area, ricca di fosfati avanzava però pretese anche il 
		Marocco e fu per questo che le popolazioni della regione hanno 
		conosciuto grandi difficoltà per realizzare le loro ambizioni e vedersi 
		riconosciuti su un piano internazionale e persino inter-arabo. Le tribù 
		sembra discendano da due gruppi insediatisi nell'area fin dall'epoca 
		delle prime conquiste islamiche, alla fine del VII secolo d.C.. Esse 
		rivendicano un'ascendenza araba, per dimostrare la quale fanno 
		riferimento al loro dialetto, definito Hassāniyya, un idioma parlato 
		anche nella confinante Mauritania e nell'Algeria, caratterizzato da un 
		impianto strutturalmente arabo pur con vari berberismi e tracce di 
		idiomi nero-africani, come il wolof. 
		  
		Il Sahara 
		Occidentale è un territorio di circa 266.000 Kmq affacciato 
		sull’Atlantico e confinante con Marocco, Algeria e Mauritania. Nel punto 
		di incontro dei confini di questi tre stati, in territorio algerino, 
		sono situati i  Campi Profughi Saharawi, principale luogo di attività 
		del paese nonché territorio d’intervento del presente progetto. La 
		regione è in gran parte desertica, le precipitazioni sono scarse e nelle 
		poche aree coltivabili si trova soprattutto una agricoltura di 
		sussistenza. 
		  
		La 
		popolazione Saharawi si è rifugiata in questa zona a seguito 
		dell’occupazione da parte del Marocco e della Mauritania del loro 
		territorio il Sahara occidentale. 
		
		Il Sahara Occidentale è una regione del Nordafrica. È stata una 
		colonia spagnola (con il nome di Sahara Spagnolo) fino al 1976 
		quando la Spagna si ritirò e il Marocco ne annetté i due terzi 
		settentrionali e il resto del territorio nel 1979, a seguito del ritiro 
		della Mauritania pattuito col Fronte Polisario. Le Nazioni Unite hanno 
		emesso numerose risoluzioni di condanna all'annessione ribadendo 
		comunque il diritto del popolo sahrawi all'autodeterminazione. 
		
		  
		
		Il Fronte Polisario, già attivo fin dal 1973 nella lotta contro la 
		colonizzazione spagnola, si oppose alle annessioni e proclamò il 27 
		febbraio 1976 la Repubblica democratica araba Sahrawi. La 
		Repubblica è stata proclamata il 27 febbraio 1976 dal Fronte Polisario a 
		Bir Lehlu. Esercita il potere sovrano sulle quattro zone autonome dei 
		campi dei rifugiati Saharawi a sud di Tindouf in Algeria e su circa un 
		quarto del territorio del Sahara Occidentale, detta zona libera, ai 
		confini con l'Algeria e della Mauritania. Rifacendosi al diritto di 
		Autodeterminazione dei popoli è in attesa dal 1990 del referendum 
		programmato per l'eventuale presa in possesso del Sahara Occidentale. 
		L'eventuale transizione è affidata dalle Nazioni Unite alla missione 
		MINURSO. 
		
		   
		
		La guerriglia contro il Marocco terminò con un cessate il fuoco del 1991 
		con la promessa di celebrare il referendum deciso dall'ONU nel gennaio 
		1992; il referendum sullo status definitivo del Sahara Occidentale non è 
		stato tuttavia ancora effettuato. Nel 2004 la durata della missione ONU 
		nel paese è stata prorogata per consentire l'esame di una nuova proposta 
		di pace, che prevede un referendum entro 5 anni, durante i quali l'area 
		sarà soggetta a un'"Autorità del Sahara Occidentale" guidata da un 
		esecutivo eletto dalla popolazione sahrawi. 
		Le 
		principali risorse economiche sono la poca pastorizia possibile 
		nell’ambito dei campi e nel nomadismo e un modestissimo mercato di beni 
		e servizi prodotto dalle rimesse estere e dalle pensioni di guerra 
		spagnole. Per il resto l’economia è esclusivamente legata alla 
		Cooperazione Internazionale e agli Aiuti Umanitari e di Sviluppo. 
		  
		Nel 1982 
		la RASD è ammessa all’Organizzazione per l’Unità Africana e inizia a 
		tessere una serie di rapporti internazionali che porteranno al 
		riconoscimento di questo stato in esilio da parte di circa 80 Paesi con 
		conseguente apertura di diversi uffici di rappresentanza in Europa e nel 
		mondo. Nel frattempo, la guerra con il Marocco ha costretto quasi i due 
		terzi della popolazione a rifugiarsi nella regione algerina di Tindouf 
		in una serie di campi profughi. Al fine di separare i rifugiati dalla 
		terra di provenienza il Marocco innalza un muro di 2.700 chilometri 
		costellato di milioni di mine. 
		  
		Nel 1988 
		su proposta delle Nazioni Unite viene delineato dalle parti in causa un 
		piano per la risoluzione pacifica del conflitto. Nel
		1991, con 
		il conseguimento di un cessate il fuoco, l’ONU invia in missione nel 
		Sahara occidentale una delegazione (MINURSO) col compito di vigilare 
		sulla tregua 
		e organizzare il previsto
		referendum. 
		Questo referendum è sempre stato fortemente osteggiato dall’autorità 
		marocchina e all’oggi non si è ancora mai tenuto. 
		  
		
		I Territori Occupati: repressione, desaparecidos 
		e resistenza. 
		Con 
		l’invasione del 1976 e l’ingresso delle truppe nel territorio il monarca 
		marocchino diede avvio al processo di denaturazione dell’identità 
		saharawi, segnato da innumerevoli violenze e sistematiche violazioni dei 
		diritti umani.Nei territori occupati questo processo segue due binari paralleli. Da un 
		lato, infatti, è stato messo in atto un regime di repressione, che mira 
		ad eliminare ogni elemento identitario saharawi: vige il divieto di 
		parlare hassanija, di indossare gli abiti tradizionali 
		saharawi, di sventolare la bandiera della Rasd
		
		ed è bandita ogni espressione di sentimenti 
		nazionalistici. Chiunque venga sospettato di simpatizzare per il 
		Polisario viene arrestato e torturato, allungando la lunga lista dei
		desaparecidos saharawi. L’informazione è controllata e 
		filtrata, e la scarsa presenza di giornalisti stranieri viene mantenuta 
		sotto un controllo costante. I Saharawi non possono costituirsi in 
		nessun tipo di associazione, neanche a scopo sociale. Per impedire ai 
		saharawi rimasti nei territori occupati di congiungersi agli esuli di 
		Tindouf o, semplicemente, di lasciare il paese, la polizia militare ha 
		ritirato, fin da subito, tutti i passaporti.
 Mentre si cercava di eliminare ogni segno identitario saharawi, il 
		monarca perseguiva, parallelamente, una politica di popolamento della 
		colonia, in modo da dare una diversa configurazione alla popolazione del 
		Sahara Occidentale: quella di una popolazione fedele al proprio re. I 
		coloni marocchini vennero reclutati grazie a un incentivo economico e 
		alla prospettiva del recupero delle terre.
 Parallelamente all’attuazione di questo regime repressivo, venne 
		attivata una politica di integrazione dei Saharawi nella popolazione 
		marocchina. Questa linea viene perseguita attraverso vari strumenti: i 
		matrimoni misti, l’educazione, come mezzo per far perdere ai giovani 
		saharawi i propri riferimenti culturali e identitari (insegnamento del 
		dialetto marocchino, programmi scolastici, in particolar modo quelli di 
		storia e letteratura, che rinviano unilateralmente all’identità 
		marocchina) e la corruzione morale (tra cui, alcool, droga e 
		prostituzione).
 Nei territori occupati la polizia militare ha dato vita ad un vero e 
		proprio regime di terrore: le continue persecuzioni senza mandato e 
		l’arresto senza imputazione costituiscono 
    la norma. I
 		detenuti sono posti in centri segreti e subiscono, regolarmente, 
		maltrattamenti e varie forme di tortura, che Amnesty International ha 
		denunciato fin dai primi anni. Gli accusati vengono raramente 
		processati, in modo da non fare arrivare a livello pubblico le denunce 
		di maltrattamento e tortura.
 La scomparsa di civili e gli arresti arbitrari seguono, spesso, vendette 
		trasversali: non potendo colpire l’avversario colpiscono tutta la sua 
		famiglia. Spariscono bambini, donne, anziani, intere famiglie. Molti 
		muoiono nelle carceri, tanti sono impazziti, tutti sono torturati.
 
 “[...] Cominciai ad avere incubi e a vedere 
		fantasmi. Poi persi la memoria e incominciai a delirare e le guardie mi 
		punivano, perchè non avevo il permesso di parlare.”
 Diffusa, infatti, è la scomparsa degli 
		arrestati e, per molti anni, sono rimasti segreti i luoghi di 
		detenzione, anche alle famiglie stesse.
 “E’ una tecnica praticata dai regimi per destabilizzare la famiglia e 
		gli amici, per fiaccare la loro resistenza, per terrorizzare la 
		popolazione e per generalizzare il senso di insicurezza.”
 Nonostante ciò, molte famiglie saharawi trovarono il coraggio di 
		organizzarsi nell’ Afapredesa, l’Associazione dei familiari 
		dei prigionieri e degli scomparsi saharawi.
 I desaparecidos saharawi, civili e militari, che fino agli 
		anni’80 erano circa 800, non furono riconosciuti, per moltissimi anni, 
		dal regime marocchino. In un primo tempo, il Marocco non riconobbe 
		neppure l’esistenza del Polisario. Non riconoscendo l’esistenza di 
		questi prigionieri politici e di guerra, il monarca potè ignorare la 
		protezione che la Convenzione di Ginevra accorda loro e negare l’accesso 
		alla Croce Rossa Internazionale.
 Nel 1990, anche grazie a un libro-deuncia di un giornalista francese, 
		il “giardino segreto” del re venne parzialmente scoperto, e il monarca 
		fu costretto a rendere noti, al Comitato delle Nazioni Unite per i 
		diritti umani, i nomi e le locazioni di alcuni centri di detenzione. 
		L’anno successivo vennero liberati 300 detenuti, che facevano parte 
		della lunga lista di desaparecidos, ed iniziarono i 
		processi.
 Ad oggi, nonostante la liberazione di tutti i prigionieri marocchini da 
		parte del Fronte Polisario, i desaparecidos saharawi sono 
		526 civili e 151 militari.
 Il Marocco, grazie soprattutto all’arma della corruzione e la promessa 
		di privilegi e, talvolta, di ruoli di potere, è riuscito a fare mutare 
		parte ad alcuni membri del Polisario. I fuoriusciti saharawi sono stati 
		usati per la propaganda marocchina. Nonostante la scoperta dei “giardini 
		segreti” di Hassan II e di alcune fosse comuni, la monarchia marocchina 
		ha ribaltato i motivi delle denunce del Polisario. Secondo la 
		propaganda, infatti, i profughi non sarebbero fuggiti a causa dei 
		bombardamenti marocchini, ma sarebbero stati sequestrati dal Polisario 
		nei campi di Tindouf, dove verrebbero torturati e fatti scomparire.
 
		“[..] 
		nessuna causa può giustificare quello che sta facendo il “Polisario” 
		quando sequestra la gente contro il suo volere in un deserto isolato 
		dove non ha il minimo legame con l’esterno, seminando il terrore contro 
		coloro che vogliono fuggire dai suoi sinistri campi di concentramento 
		appena camuffati, e ricorrendo alla violenza armata contro donne e 
		anziani [...] 
		
		     In quei campi, non c’è diritto di circolare, di viaggiare, 
		di visitare, è il regno dell’arbitrario, dei “commissari politici” e dei 
		vari sistemi di sorveglianza politica. Le famiglie sono allontanate 
		l’una dall’altra, e impedite di raggiungere i loro parenti. Tutto ciò 
		avviene nella mancanza totale di trasparenza, d’informazione su quello 
		che succede realmente. [...] 
		
		     Spesso i capi di campi 
		organizzano un raduno la mattina e la sera per controllare se sono tutti 
		presenti, perché la gente fugge per ritrovare la propria libertà. 
		Purtroppo le donne e i bambini, ed anche gli anziani non ci riescono 
		spesso. L’isolamento geografico aggrava questa situazione di desolazione 
		totale. I mariti, i fratelli rimangono loro malgrado, perché non possono 
		partire senza i loro figli, i loro parenti.”Dal 1999 si è diffusa una protesta 
		generalizzata, che si esprime attraverso manifestazioni pubbliche e 
		non-violente che gli stessi Saharawi chiamano Intifada. La protesta 
		muove, sia dalla, mancata libertà, che dalla rivendicazione 
		d’indipendenza.
 Dal 21 maggio 2005 l’Intifada ha ripreso vigore ed è in corso una 
		resistenza popolare non violenta, per protestare contro la sistematica 
		violazione dei diritti umani. La reazione delle autorità marocchine si è 
		tradotta in una violenta repressione, in particolar modo nei confronti 
		degli attivisti dei diritti umani.
 Amnesty International è intervenuta chiedendo insistentemente alle 
		autorità marocchine di garantire a tutti un processo equo, di rispettare 
		i diritti umani e di processare le persone responsabili di tali 
		violazioni.
 Le associazioni marocchine che operano in difesa dei diritti umani si 
		sono uniti all’appello di liberazione dei prigionieri politici saharawi.Concludiamo 
		con un’amara constatazione: La Minurso, la missione dell’Onu presente 
		nel territorio, non ha mai denunciato, nè è mai intervenuta davanti alla 
		sistematica violazione dei diritti umani. Nonostante il passaggio dei 
		poteri amministrativi alla Minurso non sia mai avvenuto, per cause già 
		viste, risulta comunque di una certa gravità che l’Onu sia stata 
		spettatrice passiva nel Sahara Occidentale.
 
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